19.7.05

mujer-pulpo

No puedo caminar a ningun lado sin mi conciencia. Tiene un costo de oportunidad muy bajo, y mientras la botella queda ridiculamente vacia yo me deslizo por la curva como si de hecho no importara donde voy a aterrizar. Aunque vos sepas que me estas pidiendo demasiado y yo te diga que pase por el infierno mismo para llegar hasta acá hoy con vos, vas a intentar convencerme de que es posible. Que es posible que. Se me van a venir encima todos esos años de infierno, todas esas personas que conoci que se fueron cuando el asunto empezo a oler feo. Si yo me iba para abajo, todos venían conmigo. Ese era mi motto. Ahora es cuando la pintura se empieza a quebrar y lo que se hizo empieza a pesar más que nunca. El infierno mismo para llegar hasta acá. Un oceano de culpa.

Le abrí una ventana para que me cuestione. Le abri la ventana para que entre y juegue conmigo a uno de mis juegos mentales preferidos. Lo deje preguntar hasta que casi termino desangrada frente a sus ojos. La sangre era salsa de tomate diluida con algo más. Tiró un par de palabras y las acomodamos en la alfombra, y me lamente en silencio de ser y estar más despierta que él en todo sentido. Adentro decía: te deje cuestionarme y te limitaste a criticar cosas que no se pueden cambiar. La luz se prendió y entendí que era demasiado inteligente como mujer, demasiado completa, para alguien así. De todos modos no cerre la ventana, deje que las palabras echaran raices en la alfombra y que sus preguntas se llenaran de polvo mientras mis respuestas hacían desastres en el aire.

--Eso era todo lo que querías saber?
--Sí.
--¿Todo?
--Sí.
--¿Seguro?
--Sí.
--Qué pena.

Las palabras quedaban colgadas de las paredes, columpiandose y chocandose. El viento cerro la ventana (nos habíamos puesto de acuerdo) y me fuí de la habitación con un vaso de Whisky en la mano y un hielo en la boca. La puerta se cerro (también nos habíamos puesto de acuerdo) y alguien que no conozco se trago la llave. Te encerre ahí ese día para que nunca más puedas salir. Toda la escena con la ventana fue nada más ni nada menos que la calma antes de la tormenta. Pensar que alguna vez le tuve miedo a tu capacidad de manipularme.

Descalza camino por el pasillo en busca de algo que calme. De algo que me aturda. Desesperadamente tratando de dejar de ser yo. Tengo miedo de que las paredes empiecen a derretirse. Miedo de llegar a derretirme yo.

Ésto es cada vez más como un sueño que empieza a ser real. La pava se calienta despacio. El tiempo: unidad de medida que nunca es igual. Ella me mira con ojos tristes y me dice que siente que todo es lo mismo, que nada importa, que si entra en habitación llena de gente es igual que estar sola. Para adentro se me ordenaban las silabas en otro sentido y con la lengua le escribo que no es lo mismo, que no es todo igual. Así parece pero no lo es, pensé.

Ella sólo aparece cuando no hay un hombre en su vida (sobretodo cuando el amante de turno se acaba de ir ruidosamente), momento en el que vuelve a necesitarme como al aire. Antes iba corriendo a verla para calmar su dolor. Ahora no. Ahora le hago un té y mantengo distancia. Las mujeres pulpo son peligrosas. Lo sé porque durante mucho tiempo fui una. Debajo del disfraz están las marcas de los tentaculos que me arrancaron en el hospital una noche de Agosto. Se acabo el juego de los "te necesito como a la vida misma", dijo el médico. Se te acabo la cuerda, mejor empeza a necesitarte a vos misma, dijo la enfermera. Me di vuelta y me puse a llorar.

La tengo frente a mí, y quiero estar en otro lado. Mujer pulpo te voy a cortar los tentaculos a vos tambien. Si me siento medio centimetro más cerca me va a comer, lo sé y temo por mi integridad. Se trata, y se ha tratado siempre, de cual de las dos tiene mas cicatrices que mostrar. Cual de las dos fue a la guerra más veces con un hombre, o contra si misma. Le gane siempre por tener más años de vida. Levanta la tierra con las manos y me confieza no estar haciendo nada con su tiempo. El espiritu creador se nos murió a las dos hace rato, dice, y no miente. Ahora el cuento empieza con un: el abismo nos quiere comer. El abismo es muy negro y muy oscuro y nos viene a buscar. Corre por tu vida, corre por la mia, no mires atrás, no dejes a nadie entrar en tu cuerpo, enamorate sólo cuando puedas perderlo todo (nunca nunca cuando haya algo hermoso que ganar), no te olvides de dar un portazo sólo cuando sabes que te van a ir a buscar, nunca te quieras demasiado (pecado número uno) y, ante todo, no te olvides de mostrar primero todo lo que ya no sos. Te tengo frente a mí y no tengo la fuerza suficiente como para evitar que alguna de nosotras dos se de en cualquier momento contra la espiral negativa o, para el caso, con el -- yo te voy a lastimar-- de esa puta canción que se convirtió en algo así como el himno de nuestras vidas post-adolescentes. ¿Escuchaste la versión de Johnny Cash? Deberías. Es perfecta en todo sentido; da ganas de llorar.

Tenemos tantas cosas sagradas en común, tantos miedos mutuos, y es tanta la seguridad de que si una se cae la otra, inexorablemente, caerá tambien. Aunque históricamente siempre fui la más fuerte y ella la más sabia, juntas jamás hicimos más que un intento de mujer fallido y oxidado, que no servía para mucho. Se toma el te despacio, miro el aparatito del tiempo que no avanza más, y mientras me veo esperando que ella se vaya de una vez, recuerdo:

baje las escaleras sabiendo que todo se terminaba "ahora y acá". Tome la que esperaba fuese la última aturdida decisión de mi vida, pero algo me salió mal. Alguien que me quería -porquee existen de esos en este mundo, me guste a mi o no) me agarro antes de que pudiera saltar. Baje las escaleras sabiendo que no podía avanzar más de lo que ya había avanzado, que tenía el barro hasta la cintura, que estaba hasta las pelotas de todo, y que nunca iba a salir de mi cabeza. Baja las escaleras, pero algo que no calculé salió mal. Salió muy mal.

Al final el te se acabo y me mantuve exitosamente fuera de la circunsferencia de alcance de sus tantas manos. Iba caminandole al rededor sin acercarme demasiado y ella me pregunto porqué. Le dije que saltaba de cuadrado en cuadrado sin tocar las líneas. Me miro tratando de buscar la verdadera razón, o tal vez me miró como diciendo "vos crees que yo soy media pelotuda, no". Sentí que me miraba y le abri rápido la puerta. Se fue sin saludar y me quede parada en la vereda con las llaves en la mano pensando: ahí va la sombra de la mujer pulpo más linda sobre la tierra.

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