10.6.06

Hoy a la tarde leía algo sobre la memoria y se activó un circuito oxidado en mi cabeza.

Algo que me hizo sentir que todos los instantes pasados, lejos de ser nada más que movimiento congelado, era la suma infinita de todo mi ser. Los recuerdos como alimento para la razón aburrida. El tiempo, y su transcurso inexorable, como la imposibilidad de probar que pudimos haber elegido B cuando hicimos A.

Lejos de ser estáticos, la memoria nunca deja tirarte imágenes. Están en algún lugar del espacio, repitiéndose constantemente, mientras el ir y venir de nuestro pulso se mueve como la pelotita del arkanoid dentro de un espacio demasiado grande y demasiado oscuro como para no sentirnos intimidados.

Y a la vez, es nada.
Es un viernes a la noche pasada de sueño y sin poder dormir, cuando cierro los ojos y parezco revivir una pesadilla que nunca termina de empezar: cosas que no sabía que recordaba, cosas que me prometí recordar...todo eso junto, y yo acá, sin luz, perdida para siempre.

3.6.06

Llamen a los caza-fantasmas, es sábado a la noche y los malditos recuerdos han vuelto a atacarme. Se están colando por la ventana, por la puerta y por la alfombra; entran chorreando por mis paredes azules. Pisotean mi pequeño universo deleble e irritado. Cansados y fracturados, vuelven a mí. Y no los quiero.

Cómo otras veces sé que voy a sobrevivir los viajes intergalácticos a la década de los 90. Voy a quedar en pie cuando nada más este vivo en pie en mi cabeza.

El presente es lo que menos importa. Es el miedo a que el presente no funcione lo que paraliza. Siempre es el miedo. Siempre es fear el que viene a sacarme de mis recuerdos cuando me mira y dice: es todo un sanguche. Es todo no-importante, mi amor.

Amor, es todo lo que puede sacarme de mi misma. Un respiro.

Me levanto en mundo, en una ciudad lluviosa y gris, de la que parezco no formar parte. Miro por la ventana y veo los colectivos pasar y hago en mi cabeza las cuentas invisibles de los muertos.

Otra vez voy a la carga con la mierda de las opiniones de los demás, tratando de decirle a todos qué hacer, lo que provoca una tremenda apretada de ovarios de mi jefa, y después pavimento seco que quema mi piel y destruye la tela de mi pantalon.

Caigo a la calle y nada me pasa.

Creo que no puedo escaparle del todo a mis lugares comunes. Siempre vuelvo a la oscuridad de estas letras, en un momento u otro.

Digo miedo, y el teléfono suena.
Pierdo sensibilidad si vos no estás. Por eso sigo viva: siempre hay alguien dispuesto a tener paciencia y salvar de mí misma. Esta vez te toca a vos, fer.