28.7.05

Un día como todos los demás. Una persona normal. Una adolescente como cualquier otra.

Retiro, 7:50 a.m., de frente a la torre de los ingleses, si me mirás una vez más, princesa. No me digas princesa, son las 7 de la mañana, todavía no comí. Convulsiono ante el vendedor de panes. Buen día, señorita, que frío, hoy no me hables, viejo. Estoy buscando el cierre de mi disfraz desde ayer y me pone de severísimo malhumor sentir que me cagaron a palos mientras dormía. Si, siete cinco, soy una vaga de mierda que no quiere, hoy no puede, caminar 10 cuadras. Pensaba que había neblina pero sólo eran mis anteojos sucios. 9 a.m., baño del trabajo, agarrada del inodoro como si mi vida dependiera de ello, Baja presión. Estás bien, Agus ¿qué te pasa? Hay cosas que cuando me entran en sangre hacen que vomite. Se me va a pasar. Malditos mood-enhancers. Mi vida –diminuta- pasa por delante de mis ojos con cada nueva arcada. ¿Necesito esto0 realmente? ¿Necesito esta mierda, necesito pastillitas de colores que me digan cómo me voy a sentir el resto del día, el resto de la semana, del mes, del año, de mi vida? Es para siempre, es un compromiso que asumí ad eternum. Prendida del inodoro como si ello dependiera mi vida, patética imagen, no puedo evitar pensar que ahí apoyan el culo muchas personas, incluido mi jefe. Qué suerte que tengo, che. Imagino una conversación que todavía no ocurrió (y que hoy tiene menor posibilidad de ocurrir de la que tenía en mi cabeza ayer a las 11 p.m.) en la que alguien me dice que si tomo cosas para evitar querer morirme es porque sólo yo pienso que sin eso no puedo vivir. Mal que mal hace 5 años que mi humor viene siendo equilibrado por alguna que otra cosa, externa siempre, y que la único que no cambio fui yo. Me dicen: viví tu vida como quieras pero a mi dejame de joder. Dejame entrar, dejame entrar por favor. No me cierres la puerta. Computadora 12 p.m., Fede desde España, busco algo sobre el principio de transcendencia de las nulidades jurídicas (mi vida ES una nulidad insubsanable, absoluta, o al menos así me levante pensando esta mañana). Mientras hablo con él pienso que lo extraño, lo quiero, lo necesito, pero da igual. Volver no va a volver, así que ahí se quedan truncadas (en algún punto Bs.As-Barcelona) mis palabras. Le digo qué me anda pasando, le cuento mis aventuras en la tierra de nunca jamás y me dice lo que ya sabía que me iba a decir antes de que él mismo lo piense: jodete, pendeja. Fede dice que yo hablo demasiado, que debería chupar mas y hablar menos. Mi primera sonrisa del día. Es un gran comentario, una observación feroz. Me destruye el ego con manos de noble pero no por eso es menos acertado. Retiro 4 p.m. todos los trenes a republica de disneylandia suspendidos por una hora, me quiero ir por un agujero y no volver, pero no puedo, estoy parada ahí agarrándome la cabeza, puteando bajito, haciendo otra de mis patéticas escenas. Una cosa que parece ser mujer me impresiona mucho por su deformidad y sus ojos rojos (dicho sea de paso, es ridículo y degradante tener que hacer fila para sentarte en el tren, es ridículo que se peleen si alguien se mete en la fila sin pedir permiso y es ridículo que nos traten como ganado). La mujer es horrible, pero también es horriblemente femenina y no puedo dejar de mirar. Habla con una voz afónica y una garganta raspada y me dan muchas ganas de ponerme a llorar. Ella estuvo llorando y yo quiero llorar también. Dejo de mirar cuando ella se da cuenta que la miro y me hace saber que no le gusta una mierda. Dejo de mirar antes de que me ponga una piña en la cara. En el tren me pierdo en Tokio ya no nos quiere y leo como alguien ya no quiere recordar nada. Si no podemos recordar en alguna medida dejamos de ser. Si no podemos recordar lo cotidiano deja de tener sentido. Cosas como la culpa y el remordimiento, el amor y el odio, dejarían de existir. Sería fabuloso que un día cualquiera nos levantáramos sin recordar nada. Sería fabuloso para mí en este instante no recordar nada de lo que me pasó ayer. Borrarme de acá junto con mi memoria. Será que lo recuerdo todo, hasta el más mínimo detalle. Recuerdo las palabras usadas con exactitud porque marcan mi pulso. Recuerdo el no, vos no me haces bien a mi y el hoy no como si me los hubieras grabado en el cuerpo a fuerza de sangre y lágrimas. Casi como si todo hubiese pasado el mismo día, el mismo segundo, en el mismo lugar. No quiero recordar, y tampoco quiero ser lo que soy. Pero estoy estancada con este cuerpo y mi vida es una sola, así que tengo que seguir. Entendí eso, al menos. Tengo que seguir no importa qué. Seguir. Llegar hasta el final y dejar de quejarme tanto. Y de vos no me puedo olvidar por mucho que lo intente, así que he dejado de intentarlo. Entonces parece que voy a estar acá parada conmigo y con mis recuerdos hasta que...que se yo hasta cuando. Hasta que venga alguien más importante, hasta volver a sentir o hasta ser vieja y darme cuenta de que perdí mi juventud con causas perdidas. Señorita, usted piensa que no siente nada pero la verdad es que sigue sintiéndolo todo. Señorita, usted se hizo un agujero en la cabeza tratando de olvidar. Deje de rascarse, olvidar es imposible.
Chupar más y hablar menos, esa es la clave. Segunda sonrisa del día. La tercera viene cuando el personaje de Tokio -después de lijarse el cráneo con todo lo que había a su alcance- rechaza un café porque “no es sano”. Dejame entrar, dejame entrar por favor. No me dejes de este lado del vidrio. No me digas que se mira y no se toca. Puta mierda carajo. Disneylandia se acerca, camino hasta mi casa. Abro la puerta y pienso en el amor de mi perro. Termino sentada en mi habitación a oscuras sin animarme a prender la máquina ni abrir las cortinas. Termino sentada completamente derrotada y exhausta, con mi cabeza en cualquier lado gracias a las pastillitas de colores. Me acuerdo de las giras de 7 días. Me acuerdo del no dormir, y lo lindo que era. Amaba mi existencia cuando estaba elevada un metro sobre el resto de los mortales. Cuando mis pies no tocaban el piso. Cuando mi cabeza funcionaba con la exactitud del reloj. Mierda puta carajo ¿por qué será tan fácil levantar la pared cuando la cosa se pone un poco difícil? ¿Por qué es más fácil el agujero en la tierra que tocar un timbre y, sin importar la respuesta, decirle a alguien: idiota te amo?
Llegue dos minutos demasiado tarde a todos lados con vos. Me siento mal, me siento triste, me quiero ir pero no lo voy a hacer. Dos minutos demasiado tarde. Seguramente después de las 10 me vuelva loca y rompa algo. Tal vez no, ya no se sabe conmigo estos días. Miro la cama y sé que no hay otra solución más que dormirla hasta que desaparezca. Lo gracioso es que la dormí, la dormí toda mi vida, pero puta madre, el ancla sigue estando en el mismo lugar y sigo sin poder encontrarle el cierre a mi disfraz.

De una u otra manera me gustaría oírte decir: si tenes algo para decir, está bien, decilo en voz alta, voy a ser tu luz.

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