6.1.08

Me miro en el espejo, alzo la cabeza, muevo el cuello para un costado. Y me pregunto lo mismo que todas las noches de verano desde que tengo conciencia: Qué soy? Qué tengo que hacer? Porqué?
La diferencia -sustancial- entre la pregunta que retumbaba en mi cabeza hace diez años, e incluso, hace 15, es la reacción: ahora hago como que no me importa no poder responder esa pregunta.
Me siento en el mármol de mi baño, de mi baño de toda la vida, me ato el pelo, me saco los anteojos, juego con las imagenes que se multiplican al infinito, y me pregunto. Trato de verme sin anteojos desde lejos, pero el esfuerzo de hacerlo ha ido aumentando a lo largo del tiempo. No puedo ver. Nunca pude ver. No recuerdo lo que es ver la realidad sin vidrios delante de los ojos. No lo sé.Mucho menos voy a poder saber qué soy.
Es gracioso que nunca me haya preguntado a mi misma quien soy. Esa es, seguramente, la pregunta que ya se sabe es inutil preguntar. Supongo que uno nunca termna de saberse a si mismo del todo. Que todos los días se aprende algo nuevo, se conoce algo distinto. Todos los dias se recuerda algo pasado, se añora algo perdido, se desea algo se supone inalcanzable. Todos los días, el ritual empieza y termina. Para mí, alcanza su ápice en verano, cuando no puedo dormir de noche, y leo pedazos de libros que nunca voy a terminar, escribo cosas que dejo por la mitad, pienso en personas que ya no tengo a mi alcance, deseo levantarme el proximo dia con una intención mas firme de vivir. Luego viene el sueño y arrastra todas esas buenas intenciiones...todo lo ominoso, todo lo elaborado. Y la noche siguiente, que es como el dia despues, vuelve a comenzar ese maldito ritual.
Esta noche he decidido no sentarme en el marmol de mi baño, ni sacarme los anteojos. Decidi terminar un libro, para variar, luego de años de no terminar ninguno. Decidi no prometerme cosas imposibles, no fingir desear estar viva mañana cuando me despierte. Esta noche cambie un ritual por otro...uno que solía anexarse al del baño: escribir para que algun otro me lea.
Solía sentarme horas y horas a escribir en este lugar. Intente matarlo alguna vez, como tambien intente matarme a mi misma. Deje de escribir, deje de pintar, deje de leer, deje de ser yo.
Ahora vuelvo a ser yo, a ser agustina, a tener una cara distinguible entre la multitud...pero me siento más perdida que nunca. Como Michael en El Lector.
Adquiero una forma humana, nuevamente, despierto de un entierro, y no veo nada.
Y tampoco puedo llorar.
La vida sigue, me dijeron hoy. Que siga entonces, conteste, yo me planto acá a esperar a que pase algo.
algo. ESTO es algo.
Poco a poco este ranto toma la forma de mis antiguas diatribas nocturnar frente al monitor. La lucha diaria con mi existencia, la insoportable levedad del ser, y a la vez, el peso de mi palabras, el jarabe con codeina, la carrera a medio terminar, el trabajo el lunes, en fin, en suma: una realidad, cotidianeidad, a la que me es imposible escapar por mis propios medios.
Insisto: no puedo llorar. No puedo llorarme.
He llorado demasiado, y demasiado en vano, por razones que nunca tuve muy claras.
Hoy no voy a llorar. No voy a llorar por mi, ni por vos, que estas tan lejos, ni por ellos que dan la espalda, ni por los que no dan la espalda y tratan de contener la angustia deforme y oscura que sale a borbotones de mi boca.
Estoy seca. Y cansada de estarlo. Tan cansada....de jugar a que me importa, o de jugar a que no me importa, de mandar mensajes que nunca tienen respuesta, de analizar a los demas sin ponerme en juego a mi misma en ninguna escena, de ser la narradora omnisciente y omnipresente de mi vida sin vivirla.
Llegue a los 18 sin desearlo. Casi no llego a los 21, si no fuera por...llegué a los 24 y sigo siendo igual de idiota que siempre.
Espero aquello, esa cosa mágica, que nunca va a llegar. Espero. Algo. Alguien. Que me rescate. De mi misma. Y a buenahora, eso jamas va a suceder. Ese es el acontecimiento de hoy: jamás vendrá aquel que espero que venga, jamás se contestará ese mensaje perdido. Nunca voy a saber que soy, ni por qué, por mucho que me mire las manos hasta que se deformen, o los dedos de los pies hasta que parezcan manitas de niño enfermo....Jamás jamás jamás. Y esta bien. No sé si estoy jugando. Creo que no. Es más: afirmo enfáticamente en este caos de palabras, como dicen por ahi que es mi escritura, que esto no es un juego.
Es muy real. Estoy acá. Estoy acá en la misma pose encorvada de siempre, tecleando sin mirar, desesperada buscando los acentos en la oscuridad, fumando descontrolada. No es un juego. No quiero jugar. Ya no puedo hacer de cuenta que lo cotidiano no me aburre, que la fuerza para lo diario cuesta caro y no se paga bien a fin de mes. Se terminaron las opciones. O empiezo a vivir, o empiezo a vivir. Sola, aunque me duela. Completamente sola, sintiendo esa constante en el fondo de mi cabeza: basta de esta farsa. Basta de circos, de falsos predicadores, de cultos a lo absurdo.
Basta de mi. Basta de todos ustedes.

No quiero desear nada. No quiero desear a nadie. No quiero preguntarme nada. No quiero añorar. No quiero recordar. No quiero ganar ni perder. No quiero que levantarme a la mañana me duela de la forma en la que me duele. No quiero más de todo lo que es mi mundo hoy.
Quiero silencio. Quiero que dejen de sonar las alarmas. Quiero que mi perro se duerma a mis pies, que mis pajaros canten. Quiero saudade sólo si es necesaria. Quiero aprender a distinguir cuando esa saudade es necesaria. Quiero esperar a aquellos que sí van a venir. Quiero verdades. Muchas. Muchisimas.

Y todo, todo, ya que inclui a Hanzel y Gretel en el asunto, hasta morir.

No comments: