25.12.07

Recuerdos que mienten un poco, recuerdos que dicen un poco...

"Lo mire desencantada. No había una razón para dejarlo entrar en mi cuerpo de esa manera. No había razón para dejar que su mano se moviese con libertad en mi territorio. Pero lo deje igual. Me quede dormida después, pensando en el ciclo interminable de la pausada vida que lleve en mi adolescencia. Cuando me desperté estaba en mi habitación. Había humo por todos lados, el aire prendido, y dos ventiladores de gula.
--Antes eras medio boluda, pero ahora no.-- me dijo, y no le conteste. Si una vez fui una boluda a sus ojos, puedo perfectamente volver a serlo.
Es como esa introducción en lápiz en la primer hoja de Rayuela. Es parecido a saber comunicarme con él sólo a través de lo escrito, o de lo físico. Y cuando me sostiene en medio de la nada yo sólo quiero morderlo hasta hacerlo sangrar.
Mi cuerpo ha sido la obsesión que marco mi vida durante su crecimiento. Jamás va a ser, y jamás ha sido, perfecto. Caderas de madre, dice él mientras las toca intentando conocerme mejor. No sabe que haciendo eso sólo me hace sentir más culpable de cómo soy. No lo sabe, y no se lo voy a decir.
Una discusión inútil sobre quien es más jodido y más complicado me lleva a desear más que antes. Cuando esta lejos es cuando más lo quiero cerca, pero él tampoco sabe eso.
Sosteniendo con su mano los hilos de mi cabeza, acercándome a él con algo de violencia y desentrañado el secreto escondido en los estantes de mi memoria. Imposible no sentir la necesidad de morderlo hasta hacerlo sangrar.
--Nunca vas a llegar al cielo con una sonrisa en tu cara, si es por mi.dijo la voz que salía de las dos cajas en su escritorio.--
Espacio bien abierto, me congelo mirándote.
Aprendí lo que eran las mentiras a fuerza de suciedad y desolación. Ahora que ya no son parte de mi vida no las extraño. En las jorobas donde se guarda agua para alimentar legiones, ella guardaba papel descompuesto. En el papel estaba escrita la historia de una lagrima que supo atravesar la piel y el tiempo, para convertirse en placer. Y él tampoco sabia eso. La memoria psicogenetica, y el asombroso suceso de verlo dos veces en el mismo día parado y esperando. La memoria muscular que siempre los llevo a los mismos lugares y los hizo sentir las mismas absurdas cosas. El mandala donde se paraban todas las buenas intenciones. Buenas intenciones, como si alguien supiese lo que es eso.
No ha existido entre mis amigos el altruismo. Nicolás sabe de que hablo, Nicolás entendía mi idioma. Ahora ya no: quiso dejar de entenderlo cuando se dio cuenta de que podía vivir sin mi. Todavía extraño el dolor de sus criticas, o su olor a ropa lavada. Todavía extraño el tamaño de mi cuerpo el primer día del secundario, cuando todavía tenia la extraña ilusión de llegar a ser hermosa.
Parados en Avenida de Mayo y Florida un día de verano, con su traje y mis zapatillas. De todas las personas en el mundo, él tenía que saber como hacerme enojar. Quise agarrarlo del brazo y no me dejo. Pensé entonces que tenía un problema con la diferencia de edad, e inmediatamente recordé la fuerza con la que me había obligado a acercarme a su cuerpo en la oscuridad del río. Hay algo en la expresión de sus ojos, en las uñas de sus manos.
A una corta edad, mirando como se dilataban sus pupilas en una bañadera con hielo, volví a entender lo que eran las mentiras. Sueño que soñé que soñaba. Sueño porque ya no estoy vivo, decía en el silencio del hospital.
Quise ser como él y poder dejar de moverme, dejar de pensar, y (sobretodo) dejar de sentir. Las cuestiones humanas que me atan a este plano de mi existencia siempre van a ser más importantes. Nunca voy a poder desaparecer. Sentiría una gran culpa si eligiese como modo de vida la inercia física y mental. Sentiría una gran culpa si no llegase a ser todo lo que alguna vez pensé que iba a ser; todo lo que ellos alguna vez pensaron que iba llegar a ser.
Mi padre es el factor que siempre a ceñido mi vida de emoción. Su figura, bastante más poderosa que la de mi madre en mi cabeza, deshizo e hizo a voluntad mis pensamientos durante mucho tiempo. Pensé siempre que era la verdadera razón por la que yo vivía. Cuando deje de crecer empecé a cuestionarme la naturaleza de mi afecto hacia él. No pude distinguir entre la maldad y la benignidad en sus palabras nunca más.
En el tren un señor se hizo el dormido cuando se subieron al vagón unos sobrevivientes de Malvinas que repartían no se que cosa. Todos los que estábamos ahí lo mirábamos, queriendo decirle con los ojos que era un hijo de puta. No se animo a mirarlos a la cara y rechazar lo que le ofrecían. Parecía avergonzado.
No aceptar la desgracia ajena, que a la vez es tan propia, es una característica de los híbridos humanos nacidos en la Argentina. Malvinas. 1982.Yo no había nacido. Yo no estaba. Y sin embargo esta tan presente en mi cabeza como en la de los demás."

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