7.10.04

-Tanto tiempo. ¿Como has estado?
-¿Yo? Estuve vagando, por ahí¬, perdida frente a un espejo. Me obligaron a verme a misma, sí. Y ha sido un largo camino, muchacha. Un largo camino sin duda alguna. Pero como si el vórtice me hubiera escupido, amanecí otra vez en esta dimensión. Pero debo admitirte que estuve muy cerca de quedarme del otro lado, por más oscuro y silencioso (y solitario cabe agregar) que haya podido ser.

Levanta la cabeza, mira sus manos atadas, mira el hueco en su pecho, mira el hombre que muere a su lado y trata de justificarse, de entender la blancura de la luz, y con cierto orgullo tironea para desatarse, hasta que las manos le quedan moretoneadas (dale tiempo, dale oportunidad....). No se rinde, nunca. Me quiero ir de acá, le dice a la enfermera. Desatame ahora, por favor.
Y un silencio que se acurruca despacio sobre su pecho, ahí¬ donde esta el gran vacío.
A lo lejos se la ve, aun rodeada de silencio, desprotegida y asustada. Yace con su efímera existencia sobre una cama. Y todaví¬a más lejos también se puede ver, que una enfermera mueve su uniforme blanco mientras busca un pañuelo para secarle las lágrimas.

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