8.8.08

Creo que hace mucho tiempo que no me pasa algo lo suficientemente importante como para sentarme a escribir. Esta vez, hermosa persona de otro universo, creo que voy a escribirte a vos.

Imposible entender cuál es el vínculo enfermo que te une a tu madre, esa mujer que golpea las puertas como para que todos sepan que está, que está ahí y muy enojada porque cualquier mujer está con vos durmiendo en tu cama. Porque una mujer que no es ella te hace feliz. Esa "cualquier mujer" con la dormías era yo. Y aún ahora me río al pensar que ella realmente cree que es la única que va a curar a tu hermana, y que es la única mujer lo suficientemente buena como para amarte y controlarte y decirte que está bien y que está mal, cual oráculo que escupe verdades absolutas.

Let yourself go: hay mucho más para vos que empezar todo y nunca terminar nada.

Fui una cualquiera, una extraña en tu cama, alguien que te hizo sentir algo más que un fracaso por un par de cortos días. No me arrepiento de nada: yo no fui a verte a Neuquén para competir con la enfermedad mental y los celos de tu madre. Fui a Neuquén a mirarte a vos hasta quedarme dormida.

Imposible entender las razones que te han llevado toda la vida a construir tu universo basado en mentiras que, incluso, se mienten a sí mismas cuando mirás para otro lado.

Enormes arcos de mentiras que cruzan tu existencia, a nivel conciente a inconciente y que sostenes neciamente vaya uno a saber por qué.

Imposible entender porque mirarte a los ojos hizo que me perdiera en un sueño del que quise no salir nunca más. Tu universo, tu mundo precario y humilde, el frío de tu habitación y la nieve que caía cuando estábamos parados a las cinco de la mañana a dos cuadras de tu casa. Te quise ahí. Te quise ahí para mí. Te quise con el límite de volver a mi vida, a mi rutina enferma, acá en mi Buenos Aires oscuro.

Imposible entender qué fue lo que te llevo a pensar que mi piel era adictiva, que mis ojos el fin de la vida misma, mi cuerpo deforme el de la mujer más mujer que alguna vez tuviste tener entre tus manos.

Imposible entender por qué la única forma de decirme que no querías que me fuera, que querías más tiempo, que querías más de mi y de vos, y de los dos, fue decirme: no te quiero ver nunca más.

Imposible entender que idea loca te llevó a pedirme perdón una y otra vez para justificar que el hecho de quererme cerca unos días más era casi un pecado mortal.

Imposible olvidarme de haberte visto, detrás de todas tus mentiras, como lo que realmente sos: un nene, asustado y solo, enredado en un mar de justificaciones del que no querés salir.

Me mirabas, te mire. Te volví a mirar y sonreímos. Sonreíamos porque eso que me unía a vos era tan frágil como tu equilibrio emocional en la cárcel neuquina dónde te confinaste a vivir.

Imposible quedarme más sin perder por completo el sentido de mi vida a 1200 km de distancia. Cuando dije que me quedaría con vos, lo dije en serio. Pero cuando dije que te prohibía enamorarte también lo dije en serio. Será una contradicción más de todas esas que nublan mi vista y marean tu cabeza.

Si fuera otra persona, si mi vida fuera distinta, si supiera que vos y yo podriamos estar y ser sin quebrar la ilusión de unas vacaciones perfectas debajo de la luz de algún favor en esa ciudad que odias tanto.

Sólo si pudiera entender que es lo que no te permite patear el tablero, además de tu propio miedo, y si pudiera entender tu supuesta necesidad de ver crecer a una hija a la que no estabas preparado a educar

Pero me volví, y no lloré. Los recuerdos, como te dije allá en el medio del desierto neuquino, son otra cosa.
Mi vida está acá. Yo estoy acá. Vos estás allá y nunca te vas a animar a salir de la jaula en la que te metiste.

Parada en la cocina mire por la ventana y dije: termino el juego, perdimos los dos.

Ahora no estoy tan segura quién perdió más: tus palabras indican que el que perdió el último tren a una vida propia -fuera de tus rejas de papel y del matriarcado siniestro al que te subyugaste, fuiste vos Ignacio.

Fuiste vos. Vos y esos ojos intensos que dudo volver a ver de la misma forma en lo que me queda vida.


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