6.8.04

redundancia según 100Luz


Acá esta, sentada en su habitación. Escuchando que la gente es sólo gente y que no se puede hacer nada al respecto.
Vos y yo deberíamos estar juntos, pero puede ser muy difícil despertarse a la mañana y ver la cara de quien no podrías querer, le dice.
No quiere que la ayuden a entender. No necesita saber cual es el método intravenoso. Lo conozco, dice, lo conocía, repite.
Acá esta sentada sin saber como reaccionar a las cosas que le dicen , a lo que lee. Piensa en silencio, se ríe en voz alta y saca la triste conclusión de que lo mejor seria no reaccionar.
--Querer siempre termina mal, de todos modos.
--No, no es cierto.
Esta sentada sabiendo que nunca van a dejar de esperar poco de ella. Sabiendo que no van a dejar de querer enseñarle cosas. La gente es solo gente. En su vida, la gente es imposible. O ella es la imposible. No sabe bien como responder. No va a responder.
Las palabras nunca van a dejar de describir cosas. Las cosas que se sucedieron con tranquilidad, en realidad no se sucedieron.
La tarde terminaría con ella aún sentada en la misma posición, con una expresión ingenua y las manos sobre las piernas. Tranquila. Nadie habría de llorar, y nadie se arrepentiría de ese juicio prematuro.

Mientras tanto, en el cambio de estenografía de este gran teatro, ya se había fisurado la plataforma en la que se paraban todas las buenas intenciones. El talco se había acabo, y no tenía mas paciencia para verlo levantar la mano y resoplar antes todas y cada una de sus acciones.

Esta sentada, dudando de que le gente sea solo gente, con las piernas ya algo adormecidas, pensando en la egocélula y en todo lo demás. En toda su vida. En toda su vida como si sus piernas hubiesen estado siempre dormidas. Como si ella hubiese estado siempre dormida .
Duda un momento, pero no cambia de posición. Le gusta el hormigueo en los pies. Le gusta saber que es más que vulnerable. Nada de alegorías, nada de mensajes ocultos. Le piden que cambie la posición, le piden que cambie la manera de ver las cosas, de dirigirse a la gente. Ella sabe que se pueden meter el talco en el orto, y que no va a cambiar para quien no se lo merece.
El viaje puede durar horas, y nunca va a dejar de apretar los dientes. Sabe que, aunque no pueda sentir las piernas, algún día va a aprender a querer. A quererse. A todo eso, de lo que le hablan tanto y de lo conoce tan poco.
Esta sentada, esperando perder la capacidad de emocionarse, perdiendo todo en el camino. El talco en orto, bien adentro. Una critica, que desplaza a otra critica mucho peor, termina dejando de importar. De donde viene el dolor, de donde viene la constante queja. El ruido en los oídos es en realidad una horda palabras que intentan lastimar.
Ya empezando a quedarse dormida, sedada por las criticas sin sentido y las observaciones subjetivas, bosteza y cierra los ojitos. Algunas cosas resuenan en su cabeza mientras intenta caer en alguna etapa mórfica- Abre los ojos temiendo soñar con eso.
Abre los ojos, sentada pacientemente sobre la lapida de su memoria. No esta ciega, no esta sorda. El adormecimiento que sube por su espalda le preocupa mas que todo lo que le puedan decir.
Esta sentada, debatiendo sobre los victimarios y las victimas que conoció. Es una pena que no me conocí a mi misma, dice y se ríe. La cadera quedo atrás, las piernas están casi azules y el hormigueo sube vértebra por vértebra. Qué placer, dice. Imposible no notarlo, imposible no sentirlo. Al final de todo, mientras hacen la seria conclusión, mientras hablan sobre su personalidad y todos sus defectos, ella sonríe. Ya no siente el cuello, ya las manos le empiezan a fallar. Tiene la espalda pegada a la silla, los oídos clausurados y la cabeza fundida sobre los hombros. No se lamenta el no haber cambiado de posición.
Cuando abre los ojos, no hay nadie mas en la habitación. No hay rastro de que alguien haya estado ahí, además de ella. Se ríe otra vez, disfruta otra vez. En su cabeza, los residuos de la discusión se extinguen. Elimina al jurado emocional de una sola directiva, aprueba el fallo con un movimiento de la mano, y le pide a los abogados que se retiren. El acusado puede no ponerse de pie, puede servirse de no escuchar las recomendaciones.
Ella esta sentada, en su habitación, de frente a la venta, con el cuerpo perdido y la frente alta. Sabe ya que la gente no es solo gente.
Como me gustaría haberme conocido antes, dice, y se vuelve a reír.

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