3.6.06

Llamen a los caza-fantasmas, es sábado a la noche y los malditos recuerdos han vuelto a atacarme. Se están colando por la ventana, por la puerta y por la alfombra; entran chorreando por mis paredes azules. Pisotean mi pequeño universo deleble e irritado. Cansados y fracturados, vuelven a mí. Y no los quiero.

Cómo otras veces sé que voy a sobrevivir los viajes intergalácticos a la década de los 90. Voy a quedar en pie cuando nada más este vivo en pie en mi cabeza.

El presente es lo que menos importa. Es el miedo a que el presente no funcione lo que paraliza. Siempre es el miedo. Siempre es fear el que viene a sacarme de mis recuerdos cuando me mira y dice: es todo un sanguche. Es todo no-importante, mi amor.

Amor, es todo lo que puede sacarme de mi misma. Un respiro.

Me levanto en mundo, en una ciudad lluviosa y gris, de la que parezco no formar parte. Miro por la ventana y veo los colectivos pasar y hago en mi cabeza las cuentas invisibles de los muertos.

Otra vez voy a la carga con la mierda de las opiniones de los demás, tratando de decirle a todos qué hacer, lo que provoca una tremenda apretada de ovarios de mi jefa, y después pavimento seco que quema mi piel y destruye la tela de mi pantalon.

Caigo a la calle y nada me pasa.

Creo que no puedo escaparle del todo a mis lugares comunes. Siempre vuelvo a la oscuridad de estas letras, en un momento u otro.

Digo miedo, y el teléfono suena.
Pierdo sensibilidad si vos no estás. Por eso sigo viva: siempre hay alguien dispuesto a tener paciencia y salvar de mí misma. Esta vez te toca a vos, fer.

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