Pero vos no vas a volver.
Y es ahí cuando tengo que reconocer que la mía fue una promesa absurda, imposible de cumplir. Que tus lágrimas fueron y siempre van a ser eso que mejor sabes olvidar. Que saber que te conozco y que me conoces no significa nada, que soy prescindible por completo, que tu prole jamás nació, que no puedo hundirme en tu pecho y llorar porque todo me salió mal
mal
mal
mal, y estoy en donde no quería estar, en donde nunca
nunca
nunca
quise estar. Te vas y no mirás atrás porque en este país no te queda nada...acá nunca tuviste nada, y como el resto de nosotros, tampoco nunca fuiste nadie. Pasé los últimos dos meses de tu estar en Argentina en un lugar con puertas que sólo cierran. Puedo llegar a estar lamentando haber querido desaparecer, pero sólo un poco...sólo un poco, y sólo por que es hoy.
Entonces lloré. Por haber extendido mis manos, por haber prometido estar ahí siemprenoimportaque ese día que llorabas como un nene muerto de miedo por no tener nada que fuera tuyo.Te dije: yo estoy. Y me expuse a quedar perpetuamente vinculada. Me expuse a ser tu último recurso, mi último aliento, la esquina donde se acumula lo que nadie quiere. Fui consecuente conmigo, con vos, y me convertí en todo eso que nadie quiere. Que yo no quiero, que vos nunca pudiste querer, ni mucho menos entender.
Extraño tus abrazos, tu calidez constante, tu intentar ver siempre algo de luz en el pasadiso mas oscuro. Haberme ayudado, haber escuchado, haber estado, haberme hecho ver, haberlo intentado cuando ni siquiera yo lo quería intentar. Ese hermano mayor que no tengo, y un poco más. Me haces reir, confio en tus ojos, escucho las replicas, escucho tu silencio. Lo cierto es, Ocir Edef, que éstos son sólo recuerdos y vos...
Y vos no vas a volver.
Y yo, yo no puedo dejar de llorar.
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